Son las 7 del jueves 15, los sanchuseros estábamos ya preparándonos para junto con nuestros primos lurteros, comenzar la reconquista almogávar de Zaragoza, reconquista del público, de la gente que amante de la música que se hace aquí, por gente de aquí, había sido desterrada durante las fiestas del Pilar de las principales plazas debido a la programación de estas fiestas. Con los nervios previos al concierto quedamos en la puerta de la carpa del ternasco, poco a poco nos fuimos juntando de una forma caótica los danzantes y ya con prisas entramos a la zona del camerino-caseta de obra como la que tengo en el curro. Como no cabíamos todos, tuvimos que cambiarnos en la calle, poniéndosenos todos los pelillos de punta del frío que hacía, cuando digo todos son todos. Así que realizamos nuestro particular strip-tease de cuerpos serranos pero esta vez en la calle y al calor de un grupo electrógeno. Se acercaba la hora, mientras nuestros primos de Lurte se cambiaban, empezamos a ensayar al ritmo de nuestro gaitero Adrián. Las dudas acechaban: ¿Hacemos una vuelta o dos? Venga, dos y la segunda rápida, a ritmo frenético, así que dale que te pego, comenzamos nuestro ensayo. Carmeneta preocupada pregunta: ¿Estáis cansados?, pues claro, no somos Usain Bolt precisamente, estamos todos en una forma un poco fondona.

Alguien apremiaba: Venga, venga que hay que maquillarse. Así que entramos y nos manchamos como si fuéramos críos en un anuncio de Ariel, venga sangre, venga pintura, venga vino. No, esto vino después y de con uno de Cariñena nada menos preparamos el kalimotxo.

La carpa que nos protegía del eterno cierzo zaragozano estaba a reventar y esta vez no era por el bocata de ternasco. Salío Lurte al escenario, nosotros, detrás, escuchábamos como toda la carpa gritaba, y jaleaba al ritmo de ellos, el entusiasmo y la música de los toda la compañía almogávar no dejó impasible ni indiferente a nadie de ese público entregado que disfrutaba de las melodías y de las sorpresas que se sucedieron, mientras nosotros en la parte trasera seguíamos ensayando, hablando y pintándonos, algunos llevábamos la cara que parecíamos al rey Baltasar de la cabalgata. Conforme avanzaba el concierto, íbamos mirando en un papelito que indicaba el plan del concierto cuando nos tocaba salir y preguntábamos a Belén, ¿cuando salimos?, más tarde…

La primera sorpresa fue la de la enigmática Tania que escondiéndose en la danza y en sus movimientos ondulados de telas doradas y como si fuese a desaparecer del escenario hace abrir la boca a todo el pabellón. Para calmar la sed del público, los lurteros sacaron sus botas de vino y compartieron con los afortunados de la primera fila unos tragos para calentar más la noche, gesto que se agradeció y que consiguió que la gente se acercara aun más a los músicos, El concierto avanzaba y nosotros seguíamos adentro esperando ¿cuando salimos?..yaaa!! dioss nos toca salir. Pepín nos presentó como otra de las sorpresas de la noche, Elena de almogávar y con los palos de reserva nos abre camino al escenario, subimos al escenario y ahí está, ese público almogávar esperando, aplausos y gritos de guerra, nos ponemos los dos cuadros en posición y empieza nuestro particular show, al son de chiflo, chicoté y zanfona, chocando los palos con energía, consiguiendo que el retumbe de nuestros palos en el escenario provoque que la gente disfrute como lo hacemos nosotros, avanza la mudanza y estamos cada vez estamos más extasiados, suena la segunda vuelta, descansamos de palotear y animamos a la gente a dar palmas, y llega la tercera, esta vez tendremos que bailar rápidos y enérgicos, comenzamos al ritmo vertiginoso que nos marca la música, el cansancio se nota, pero podríamos seguir bailando media noche más pero el tiempo pasa, y sin darnos cuentas suenan los últimos acordes, la gente aplaude, disfruta. Nuestro mejor regalo junto con la invitación de Lurte a palotear, nunca lo olvidaremos. Ahora nos toca la segunda parte, nos convertimos en espectadores privilegiados, dejándonos sentir y disfrutar del concierto en primera línea, entre la valla y el escenario, el mejor sitio, y allí contemplamos un concierto maravilloso, lleno de ilusión y de fuerza, donde Emilio, en sus últimos días de barbudo, nos hizo una demostración de espectáculo pirotécnico con unos cuchillos que portaban fuego en sus puntas, moviéndolos rítmicamente mientras el público quedaba hipnotizado. Más tarde nos demostró como quemar un poquito el proyector de la carpa y la tela que cubría la mesa de la botigueta, pero eso es otra historia.

La tercera sorpresa llegó cuando el comando almogávar interrumpió un concierto quejándose de la programación musical de estos pilares y exigiendo que el próximo año vaya a la romareda.

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El concierto siguió mientras se sucedían las emociones, mientras desde abajo y como niños nos emocionábamos cuando Emilio hizo ondear la cuatribarrada, consiguiéndonos ponernos los pelos como escarpias a todos, cantamos, seguíamos la música, vibrábamos con ella, y reímos, como cuando Pepín presentaba a la banda, y agradecía a todos y todas que habían colaborado en la realización del concierto. El último momento lo vivimos en ese abrazo sincero de felicitación entre los miembros del grupo, mientras sonaba de fondo Cukulungus. Después nos quedaban los placeres carnales…del ternasco, bocadillos para todos, magdalenas y dulces y saladitos de rakeluka, el comentar la actuación, el momento de las risas, del desmaquillaje y del kalimotxo con vino cariñena crianza.

Mientras, en la botigueta no dábamos abasto, todo el mundo quería llevarse su recuerdo lurtero: camisetas, discos, era un caos, un bonito caos para una noche mágica

En definitiva Lurte nos deleitó con un espectacular e inolvidable concierto lleno de sorpresas con el que todos y todas vibramos y nos emocionamos.

Fdo. Danze de San Chusé
(cronistas por un día)