Por casualidades de la vida (y porque no callo ni debajo del agua), nos llamaron hace un tiempo para participar en el VI Folkcomillas este fin de semana en dicha localidad, muy recomendable de visitar, por su belleza, su gastronomía y su gente. Es verdad aunque suene a topicazo. Comillas es un pueblo en el que en cada rincón hay algo que merece la pena ver, eso sin contar con su afamado certamen ortográfico (chiste fácil).

 Pues eso, que no nos lo tuvimos que pensar mucho para decidirnos, y el viernes, en 2 tandas/grupos/vehículos salimos para allá.

 Yo iba en el segundo, el de los “tardanos”. Es lo que tiene tener que trabajar, que sales cuando sales…… pero bueno, sarna con gusto no pica.

 Tras unas pocas horas de viaje, y sin prácticamente incidentes (algún pequeño despiste en algún cruce, que los alrededores de Bilbao están con más obras que la M-30), llegábamos a la localidad cántabra sobre las 3 de la madrugada, sin mayor misión que irnos a descansar, que la prueba de sonido la teníamos por la mañana.

 Eso si, antes de acostarnos, la avanzadilla ya nos puso al corriente del buen ambiente que se respiraba en la zona del festival.

 Por la mañana, a desayunar y saludar a José, dueño del hotes donde nos hospedábamos (Hotel Josein) y uno de los artífices de que estuviéramos allí. Por cierto, un hotel muy recomendable si queréis ir a visitar la zona. Sus vistas panorámicas-3D del Cantábrico son impresionantes.

 A la hora convenida nos pusimos manos a la obra a montar todos los cachivaches y artefactos que llevamos. Al poco llegó el Máster del Universo del Sonido, Pichín, que había estado de bolo el día anterior, un poco cansado pero en plenas facultades.

 La prueba, como viene siendo habitual, lista en un plis-plas, que ya nos vamos conociendo todos mucho. Por cierto, un saludo y gracias a los técnicos de monitores, estuvimos muy cómodos encima del escenario. No siempre encuentras gente tan atenta y profesional.

 Tras la prueba, a comer, los pertinentes orujos digestivos y siesta (los que quisieron). Otros nos dedicamos a hacer el gandul por la playa, viendo cómo trabajan los buscadores de tesoros con los detectores de metal (hay que ver lo que se aburren algunos… en estos tiempos la gente no pierde monedas ni queriendo…).

 Por la tarde, en las horas previas al Lurte-show, estuvimos feriando en el mercado, mientras Arantza y José Manuel habían quedado con Esteban (un rabelista-violinista-zanfonista-gaitero-peazo músico-exLuétiga), que luego vino a vernos. Desde aquí un abrazo a Esteban.

 También tuvimos el placer de escuchar una formación gallega, Luvas Verdes, de corte tradicional, con mucho gusto y buen hacer, así como una bonita muestra del folclore cántabro más puro.

 Tras un pequeño percance con los pantalones de Anfe (es que el zagal se ha quedao como una sílfide y le faltan agujeros al cinturón), y de ensañar a los lugareños cómo se escancia sidra en nuestra tierra para evitar todo ese derroche en salpicaduras y chorros al suelo (quien tenga curiosidad en aprender la técnica, mandadme un mail), nos fuimos a cenar, mientras nos deleitábamos con los sones de los daneses Kasir y los cántabros Cahórnega.

 En esta ocasión, la organización había preparado un picoteo de lo más completo y rico.

Por cierto, mi enhorabuena a la gente del Folkcomillas, en especial a Óscar, por haber tirado para adelante habiendo perdido este año las subvenciones. Con un par.

 Y llegó la hora: a conquistar y sorprender en una plaza nueva. Creo que el objetivo se consiguió con creces. El público no se esperaba nuestra vorágine, de la que se contagió a los pocos segundos de empezar. No había excesivo público (es lo que provoca el clima del norte, oiga) pero el 100% estaba entragado moviéndose como posesos. P’os eso, satisfacción total, y más después de recibir críticas cojonudas por parte de todo el mundo: Acabamos «más huecos que una mierda encima de una aliaga»

 Una vez desmontado y recogido el material, nos disfrazamos de personas normales, y directos a la barra del festival a dar buena cuenta de la sidra natural del terreno. Como es habitual se montó una jam-session gaitero-dulzainero-percusionil, en la que algunos de los compañeros sacaron a relucir su repertorio “libertino” más heavy: pasodobles, rumbas, Pimpinela, Los Pecos, Oye cariño por favoooooorrr……

 Y con poca sed y bastante luz, nos fuimos a reposar nuestros cuerpos serranos un ratico al hotel, que ya valía, ya….

 Y a la mañana siguiente, tocaba puesta en común de lo sucedido y aprovechando que estábamos todos junticos, comentar y preparar próximas acciones y actuaciones. Ya os iremos poniendo al corriente de las novedades, que van a ser muchas y buenas. Todo ello amenizado con unas sardinas del cantábrico ofrecidas por José, el dueño del hotel.

 Tras despedirnos de la gente de la organización y vender algún cd más (vino gente a comprarlo porque le habían comentado que el concierto había estado muy bien), nos pusimos en camino.

 El punto final (la guinda vendría después) tuvo lugar con el homenaje gastronómico que nos dimos en un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme…. No porque el sitio fuera malo, todo lo contrario (qué cocido montañés, qué chuletón, qué chipirones, qué chicas en la mesa de al lado……..) sino porque hay “personas” que ejercen la autoridad y sin embargo no han aprendido en la escuela ni viendo Barrio Sésamo lo que es arriba y abajo cuando hablamos de barreras de paso a nivel…. Pero ya se sabe, “tontolabas” es lo que sobran en ciertos colectivos…….

 Tras un viaje sin incidentes, salvo un pequeño percance intestinal en un área de servicio (no me estraña después de dos hectólitros de cocido montañés), llegamos al local, descargamos, y cada mochuelo a su olivo, que al día siguiente….. ¡¡oh no, era lunes!!.

Fdo. «Machitooo Reche»