CRÓNICA ANDORRANA…
El pasado viernes 7 de Agosto, todos los miembros de Lurte, incluidos Pichín (técnico de sonido), Virginia (de luces), Belén (jefaza de prensa y directora general de merchandising), Marta (agregada a Adrián) y servidor, nos preparábamos, a eso de las 5 de la tarde en el local del grupo, para salir de viaje hacia un lejano país llamado Andorra, que está a unos 300 kms de Zaragoza, que es una barbaridad, porque se tarda un verano en llegar y todo el año en volver.
De momento, las dos furgonetas tienen que separarse. La furgoneta “E” (de Emilio) tiene que pasar por Zuera a buscar a Anfe y después por Huesca, para hacer lo propio con el Sr y Sra Reche, así que sale un poco antes, porque si ya de por sí y como todo el mundo sabe, este viaje es largo donde los haya, si vas por Graus ya es largo de cojones. Le acompañan Marieta, Adrián y Marta. Los demás salimos en la furgoneta “H” (de Hispania) por el camino de toda la vida, o sea, pones el morro dirección Lérida, hasta que te pone que a la izquierda se va a Andorra.
La idea es que, como la expedición está formada por la friolera de 15 personas, los que se supone que vamos a llegar antes vamos distribuyendo habitaciones y organizando la cena para cuando lleguen los demás, cenar todos juntos, copichuela si se tercia y a dormir.
En esas estábamos cuando, casi sin darnos cuenta, nos ponemos en La Seu d’Urgell, a pocos kms de la frontera con ese lejano país llamado Andorra. Por el camino e incluso antes de salir, habíamos comentado que, para no tener problemas el domingo a la salida, lo mejor sería parar en la aduana a la entrada para declarar lo que llevábamos. ¡Craso error! Mientras un picoleto no te pare, no se te ocurra ni decirle buenos días…
Hay que decir que hay dos tipos de guardias civiles: los guardias civiles propiamente dichos, y los picoletos, que son la mayoría. Y nos tocaron los picoletos… por pura estadística, vamos…
- Hola, buenas noches, que queríamos hacer una consulta (esta es mi voz, poned el tono que os dé la gana)…
- Buenas noches, ¿qué pasa? (el picoleto, con voz varonil y cara de “a qué coño paran estos panolis aquí si nadie les ha dicho nada”)
- Verá, somos músicos, mañana actuamos en Ordino, en el festival este tan majo que hacen de gaitas y tal, y que queríamos saber si, para no tener problemas el domingo a la salida, debemos declarar lo que llevamos…
- ¡Ah!… ¿y qué lleváis?
- Nada especial, la mayoría son instrumentos tradicionales como gaitas, dulzainas, percusión, y además llevamos un par de portátiles, alguna cámara de vídeo y fotos, y unos micros inalámbricos.
- ¿Puede abrir atrás, por favor?
- Sí, como no, Sr Picoleto…
Hasta aquí, la cosa normal, aunque no pude evitar acordarme de cuando mi amigo Riki López cuenta aquello de “Buenas noches, Guardia Civil”, y el de dentro del coche contesta “Pues haber estudiao”. Bueno, a lo que iba, que me pierdo… Abrimos la bodega de la furgo y ante el espectáculo nos dice que deberíamos haber hecho una lista en España antes de salir, y visarla en la Agencia Tributaria (¿?). Preguntamos si la podemos hacer allí mismo, a lo que nos contesta que sí. Le pido si tienen algún formulario para rellenar, o al menos un folio, y Mr Picoleto dice que es igual, que la hagamos en un papel normal… Ya me veía cortando una hoja de una agenda infantil que utilizo a modo de libreta. De repente cambia de idea y dice que mejor nos acerquemos con él a la garita y allí lo rellenamos…
Allí estábamos, dispuestos a rellenar la hojita, cuando le da por llamar a no sé quién para ver cómo lo hacemos, y “no sé quién” le dice que no podemos pasar. A nosotros se nos cambia el color y según cuelga le decimos que tenemos un contrato, que nos esperan a cenar, que hemos parado para evitar un problema, no para crearlo… y el Sr Picoleto pone cara de “bueno-duro” y dice que son la órdenes, que si fuera por él nos dejaría entrar, que qué más da, que lo que puede pasar es que podamos tener problemas cuando salgamos…
Vale, le comentamos si es posible que asumamos ese riesgo, con la idea de preguntar en Ordino cómo podemos resolver el tema, a lo que nos contesta que estamos avisados y que hagamos lo que queramos… así que decidimos arriesgarnos y el domingo ya veremos qué hacemos. A todo esto, avisamos a la furgo “E” que no hagan ya la lista (minutos antes habíamos avisado para que la fueran haciendo y no entretener a tan amables picoletos más de la cuenta), sino que pasaran directamente sin parar. Echamos a andar y viene un compañero del picoleto anterior y “mandamás” con el pito en la mano “piii, piiiiiiiiiiiiii”, me asomo por la ventanilla y me dice que nada más estaba tomando nota de la matrícula. Seguimos… 300 metros más arriba están los picoletos andorranos y nos paran, ¡oh, sorpresa!.
- Que os déis la vuelta, que os habéis saltado el control de la Guardia Civil
- (Con cara de sorpresa) ¡Pero si hemos estado hablando con ellos más de media hora, y además hemos sido nosotros los que hemos parado!
- Ya, pero es que quieren hablar con vosotros. Dad la vuelta aquí mismo…
Bajamos y vemos al picoleto principal salir de la garita a paso ligero y poniéndose la gorra, lo cual nos acojonó bastante…
- ¡Salga del vehículo y entrégueme su documentación, por favor!
- Pero, ¿qué pasa…?
- ¡Que le he dicho que no pueden pasar!¡La documentación!
- Vale, vale, tranquilo, es que habíamos entendido…
- ¡Que le he dicho que no, que no pueden pasar!
Por momentos, el caballero se iba poniendo de una leche que para qué… Mientras esperamos en esa especie de hangar gigante, Pichín y yo pudimos observar a un par de metros el trato vejatorio que uno de los picoletos regaló a un par de marroquies que pasaban por allí, y que yo pensaba que no sólo no salían de Andorra, sino que iban a pasar la noche en el calabozo, aunque al final pudieron continuar su viaje en su destartalado Peugeot 405.
Vuelve el Picoleto Gruñón, me devuelve el dni y nos dice que estamos avisados, que podemos intentar volver a pasar unas horas más tarde, aunque van a avisar a sus compañeros cuando les releven, que pararan a todas las furgonetas, incluida “la de sus compañeros, que les estamos esperando”. Y que si logramos pasar, el domingo nos esperan. Insistimos en saber qué pasaría si nos paran. Nos dicen que nos pueden poner una multa. Pichín, con el aplomo que le caracteriza, pregunta de cuánto estamos hablando. “Unos miles de euros”. “Vale, ¿y si asumimos ese riesgo?”. “!Que he dicho que no, que les podemos requisar el vehículo, los instrumentos, y tener que quedarse aquíííí…!”. Vaya, vaya… el amigo se está poniendo muy nervioso. Si seguimos preguntando acaba por salir a relucir la silla eléctrica, la cámara de gas o el garrote vil, porque cada vez era más gordo lo que nos podía pasar. Es el momento de llamar por teléfono a los organizadores, lo cual hago después de pedir permiso, subirnos al coche y subir las ventanillas para evitar que me escuchen. Desde la organización nos comentan que hemos dado con el picoleto tonto, conclusión a la cual hacía rato que habíamos llegado nosotros solitos, y que la solución es dar la vuelta, pasar por Puigcerdá de España a Francia, y después entrar en Andorra desde Francia. Llamamos a la furgo “E” para que ni se les ocurra llegar, porque ya nos han dicho que les están esperando. Quedamos con ellos a la salida de La Seu d’Urgell dirección Puigcerdá, y ya vamos todos juntos. Antes nos habíamos despedido cordialmente de los picoletos, con cara de pena y diciendo que nos volvíamos a casa, porque en Andorra no nos daban solución… ¡Imbéciles!
Aún nos dio tiempo a parar a cenar, a comentar incrédulos el episodio de la aduana, a reírnos un rato a costa del picoleto, a medio perdernos por el monte y a sufrir otro control policial, este de los nacionales. Nada que ver en el trato, en las formas y en el comportamiento en general, con los picoletos. Y ahí sí que hubieran tenido excusa para hacernos bajar de la furgo y revisar todo lo que llevábamos, porque ese camino era el de los contrabandistas, seguro. Subimos y bajamos un par de puertos de los del Tour de Francia Categoría Especial y, como Armstrong, llegamos oliendo a embrague una barbaridad. Total, más de las 2 cuando llegamos al hotel, cuando habíamos estado a 15 kms escasos del mismo cuando todavía no eran las 11 de la noche. Desde las 6 que habíamos salido de Zaragoza, y para un viaje que se tarda unas 4 horas en realizarse, ya estaba bien, ya… ¡Por cierto! Ni policías franceses ni andorranos nos pararon para nada.
El sábado es el día del “bolo”. El Festival comienza con un pasacalles de todos los participantes por las calles de Ordino, y Lurte ya dio la nota, como reflejó al día siguiente en su portada “El Periòdic d’Andorra”. Mañana maravillosa y soleada que se va oscureciendo a medida que se acerca el mediodía, momento en el que empezó a llover y que no lo dejó ya hasta el día siguiente. Por la tarde, un ratito de siesta, y al Centro de Congresos para las pruebas de sonido. Regreso para la cena y a las 23:30, después de la actuación de “Otherside”, los almogávares aragoneses asaltan el escenario, ante la incredulidad de unos, el acojone de otros y la sorpresa de la mayoría. Mención especial entre el público, que acabó entregado, para Félix y su familia, que se vinieron desde Madrid para vernos, y a Pascale, que llegó igualmente desde Montegut Plantaurel, donde iremos en apenas un mes. ¡Hay que tener humor y afición!
Llega el domingo, día del regreso. Teníamos muy claro que no teníamos ninguna gana de saludar a nuestros amigos los picoletos, así que decidimos hacer la misma operación, pero a la inversa, es decir, entrar en Francia y volver a España, “aunque nos cueste un poco más…” (¡jodó, un poco más…!). Por supuesto, tampoco nos pararon, ni a la salida de Andorra, ni en la entrada en Francia. Esta vez, asesorados por Carles, cambiamos el itinerario, volviendo por Foix, donde comimos, y continuar por el lado norte de los Pirineos hasta entrar por el túnel de Bielsa. ¡Hay qué joderse, qué bonitos son los Pirineos! Todo bien… lo único que salimos a las 12:30 de Andorra (compras) y llegamos a las 10 de la noche a nuestro local de Zaragoza, por supuesto, reventados. Nunca Andorra ha estado más lejos, ¡la madre que lo parió! Y dentro de un mes nos vamos a Montegut Plantaurel, cerca de Foix (o sea, a tomalpolculo). Por lo menos ya sabemos dónde se comen unas pizzas estupendas…
Gracias a Carles, a Mari Soto, a los técnicos del festival y a todos los organizadores por el trato y por hacer un festival tan chulo en un sitio tan bonito. A ver si volvemos pronto. Agradecidos también, cómo no, al tontolaba encargado de “vigilar” la aduana el viernes por la noche, ya que, gracias a él, hicimos turismo a base de bien, conocimos lugares recónditos a los que difícilmente volveremos y lo que nos ahorramos echando gasoil en Andorra, nos lo gastamos con creces pegando chingoletas por los Pirineos, cual cabra montés. Pero que sepas, tontorrón, que ni tú ni ningún picoleto váis a conseguir que Lurte siga “destrozando” escenarios allá donde se le requiera.
¡Hala pues!
Moraleja: Cuando a un tonto le pones una gorra de plato (¿vale tricornio, abuelito?), se vuelve más tonto todavía…
PD.: No dejéis de volver a visitar este artículo, ya que lo ilustraré con fotos e incluso con un mapa en el que marcaremos el itinerario lógico y el que hicimos nosotros. ¡Vais a flipar!
Fdo. Ñoto Zerbal Cronista por un día
Choder que falordia os fazieron os «zebils españols»… is que son crematos por os catalans y cuan os biyòn prexinaron-se: Y’istos d’o son..?¡¡¡¡ENTALTO L’ARAGON MESACHES !!!!! NOM REBLEZ